La civilización Inca se erigió entre una de las culturas más desarrolladas y recordadas de América. Sin embargo, en los vestigios de la cuna de su desarrollo (co)existieron sus antepasados, los mochicas. Ocultos y olvidados, han permanecido en la sombra de las históricas civilizaciones precolombinas. Hasta ahora. CaixaForum presenta en Barcelona, hasta el 7 de junio, la exposición El arte mochica del antiguo Perú. Oro, mitos y rituales, que evoca el esplendor de esta cultura a través de más de doscientas piezas del Museo Larco de Lima, Perú. |
En la exposición encontramos esculturas cerámicas de cabezas tan realistas que solo les falta el soplo de la vida. Exquisitos dibujos que cuentan historias de guerras, sacrificios humanos, decapitaciones y torturas como si de un cómic se tratase. También numerosas representaciones explícitas de la vida sexual, de seres mitológicos, símbolos esotéricos, y un dios legendario omnipresente que lucha contra monstruos. Sacerdotes o chamanes que invocan fuerzas ocultas mediante el consumo de alucinógenos. Sin olvidar sus joyas, que hablan de una orfebrería rica y sofisticada. Una oda al arte simbólico y significativo que hoy podemos interpretar después de casi dieciocho siglos.
La importancia del oro
El oro. Un metal bello, embaucador y de un color tan hipnotizante como representativo tanto para las sociedades precolombinas como para los conquistadores. Aunque el significado atribuido a este metal precioso, deseado durante siglos, sea para ambos tan diferente. Para unos, símbolo del Dios Sol, explotado para el uso con objetos decorativos y rituales. Para otros, una simple moneda de cambio.
Cuando Pizarro desembarcó en 1532 cerca de Tumbes, Perú, descubrió la civilización Inca; una de las más desarrolladas y ricas de todo el continente americano. No obstante, esta civilización descubrió las verdaderas intenciones de los foráneos: conquistar el territorio y, no contentos con ello, hacerse con la máxima cantidad de oro posible, su bien más preciado, tan cautelosamente conservado durante generaciones.
Hablamos de oro generacional, pues 500 años antes, justo en los mismos valles de la costa norte del Perú, convivió otra civilización: los mochicas. Por suerte, los Incas cuidaron de informar a los conquistadores sobre sus antepasados y su costumbre de enterrarse con grandes cantidades de oro, además de otros objetos que creían, igual que otras sociedades como los egipcios, les acompañaban después de muertos.
La importancia del oro
El oro. Un metal bello, embaucador y de un color tan hipnotizante como representativo tanto para las sociedades precolombinas como para los conquistadores. Aunque el significado atribuido a este metal precioso, deseado durante siglos, sea para ambos tan diferente. Para unos, símbolo del Dios Sol, explotado para el uso con objetos decorativos y rituales. Para otros, una simple moneda de cambio.
Cuando Pizarro desembarcó en 1532 cerca de Tumbes, Perú, descubrió la civilización Inca; una de las más desarrolladas y ricas de todo el continente americano. No obstante, esta civilización descubrió las verdaderas intenciones de los foráneos: conquistar el territorio y, no contentos con ello, hacerse con la máxima cantidad de oro posible, su bien más preciado, tan cautelosamente conservado durante generaciones.
Hablamos de oro generacional, pues 500 años antes, justo en los mismos valles de la costa norte del Perú, convivió otra civilización: los mochicas. Por suerte, los Incas cuidaron de informar a los conquistadores sobre sus antepasados y su costumbre de enterrarse con grandes cantidades de oro, además de otros objetos que creían, igual que otras sociedades como los egipcios, les acompañaban después de muertos.
Estructura, cultura y ritos
Esta sociedad fue conocida por su sistema de irrigación, construyendo así canales con los que proveer el desierto de agua – que constituía la mayor parte de la costa norte del Perú – y transformar así los valles en tierras fértiles y prósperas. Pero, sobre todo, fue y es conocida por su desarrollado arte.
Sus creadores fueron excepcionales orfebres y ceramistas que mostraron maestría y además un gran conocimiento de las narrativas cosmológicas y mitológicas para explicar el mundo tal y como lo entendían. A través de la cerámica escribían sus historias, sus creencias, sus mitos y ritos; acercándose así a un arte naturalista, como magníficos libros que compensan la inexistencia de una escritura alfabética.
El oro desempeñó un papel muy importante en esta sociedad, pues era trabajado para la confección de objetos de decoración, como narigueras y tocados. También para la vestimenta, con la que los líderes, como Ai Apaec – el héroe mochicano, viajero tridimensional entre el cielo, la tierra y el mundo subterráneo–, expresaban su poder y ascendencia divina a través de sus atributos de animales sagrados. Sobre la cabeza del héroe asoma un tocado con un felino salvaje, el jaguar, y una pluma de cóndor, el señor de los cielos. De su boca sobresalen unos grandes colmillos, y lleva atada a la cintura una serpiente cuyos extremos terminan en cabezas de felinos. De este modo se revelan los tres animales que representan la división del mundo en tres dimensiones, según los parámetros de las sociedades precolombinas: el ave (el cielo), el felino (la tierra) y la serpiente (el inframundo). Las hazañas de Ai Apaec se recogen en escenas pintadas delicadamente en vasijas o se representan en cerámicas escultóricas donde lo vemos luchando con toda suerte de monstruos. Es aquel que defiende a los mochicas de las amenazas.
Afortunadamente, arte de esta cultura ha decidido delegar su anonimato a otras, y presentarse por primera vez en España, desde el Museo Larco de Lima, a través de excepcionales obras de arte conservadas con empeño – astutos los Incas –, la mayoría de ellas creadas especialmente para los rituales vinculados con la muerte, encontradas en las tumbas de los personajes mochicas más importantes. La más famosa, el Señor de Sipán, considerado el Tutankamon del continente americano.
¿Te has quedado con ganas de saber quién era esta figura y qué representaba? Su historia, entre otras, la podrás conocer mediante diferentes conferencias que la exposición ofrece, entre otras actividades relacionadas con la misma.
Esta sociedad fue conocida por su sistema de irrigación, construyendo así canales con los que proveer el desierto de agua – que constituía la mayor parte de la costa norte del Perú – y transformar así los valles en tierras fértiles y prósperas. Pero, sobre todo, fue y es conocida por su desarrollado arte.
Sus creadores fueron excepcionales orfebres y ceramistas que mostraron maestría y además un gran conocimiento de las narrativas cosmológicas y mitológicas para explicar el mundo tal y como lo entendían. A través de la cerámica escribían sus historias, sus creencias, sus mitos y ritos; acercándose así a un arte naturalista, como magníficos libros que compensan la inexistencia de una escritura alfabética.
El oro desempeñó un papel muy importante en esta sociedad, pues era trabajado para la confección de objetos de decoración, como narigueras y tocados. También para la vestimenta, con la que los líderes, como Ai Apaec – el héroe mochicano, viajero tridimensional entre el cielo, la tierra y el mundo subterráneo–, expresaban su poder y ascendencia divina a través de sus atributos de animales sagrados. Sobre la cabeza del héroe asoma un tocado con un felino salvaje, el jaguar, y una pluma de cóndor, el señor de los cielos. De su boca sobresalen unos grandes colmillos, y lleva atada a la cintura una serpiente cuyos extremos terminan en cabezas de felinos. De este modo se revelan los tres animales que representan la división del mundo en tres dimensiones, según los parámetros de las sociedades precolombinas: el ave (el cielo), el felino (la tierra) y la serpiente (el inframundo). Las hazañas de Ai Apaec se recogen en escenas pintadas delicadamente en vasijas o se representan en cerámicas escultóricas donde lo vemos luchando con toda suerte de monstruos. Es aquel que defiende a los mochicas de las amenazas.
Afortunadamente, arte de esta cultura ha decidido delegar su anonimato a otras, y presentarse por primera vez en España, desde el Museo Larco de Lima, a través de excepcionales obras de arte conservadas con empeño – astutos los Incas –, la mayoría de ellas creadas especialmente para los rituales vinculados con la muerte, encontradas en las tumbas de los personajes mochicas más importantes. La más famosa, el Señor de Sipán, considerado el Tutankamon del continente americano.
¿Te has quedado con ganas de saber quién era esta figura y qué representaba? Su historia, entre otras, la podrás conocer mediante diferentes conferencias que la exposición ofrece, entre otras actividades relacionadas con la misma.