Todo al 69. Una vuelta a un mundo en crisis.
Xavier Molins y Carme Corretgé
El Tinter, 2012. Barcelona
Xavier Molins y Carme Corretgé
El Tinter, 2012. Barcelona
“Todo al 69. Una vuelta a un mundo en crisis”. Tras este llamativo título, se encuentra un libro que despierta nuestra alma viajera y que nos permite aprender lo que no se enseña en la escuela. Es una oda al viaje y a la crisis como motor de cambio.
Xavier Molins y Carme Corretgé, coautores de la obra, tenían muy claro que su vocación era escribir, y el viaje es el puente que los enlazaba con ello. Ellos decidieron perseguir su sueño, y lo consiguieron: vivir escribiendo y viajando.
Xavier Molins y Carme Corretgé, coautores de la obra, tenían muy claro que su vocación era escribir, y el viaje es el puente que los enlazaba con ello. Ellos decidieron perseguir su sueño, y lo consiguieron: vivir escribiendo y viajando.
Este libro muestra muy claramente la filosofía del viaje. A través de dieciocho valores, que coinciden con los dieciocho países visitados en su tercera vuelta al mundo, los autores explican cómo el viaje moldea nuestra personalidad y nos hace diferentes. También comentan cronologicamente los cambios radicales que tuvieron que adoptar para superar diferentes crisis personales, mostrando que la crisis más grande de todas puede ser el primer eslabón hacia un futuro esplendoroso, el camino a la felicidad. Aprendiendo que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento no. Esto refleja el estilo cercano y personal de las historias narradas en primera persona, llamando a las cosas por su nombre.
“Una vuelta a un mundo en crisis” no se basa tan solo en la crisis económica, a pesar de que en él se afirma que “con el actual sistema económico a nivel mundial, el planeta tiene los días contados”.
Pese a esto, los autores enfatizan más en una crisis social reflexionando sobre temas tan profundos como: el etnocentrismo, el racismo, la xenofobia, el impacto socio-cultural del viajero, la desvinculación actual con el planeta, la huella ecológica que nuestra sociedad deja o el respeto a los animales. Dichas negligencias siempre tienen un “denominador común: la insensatez humana, así como su ignorancia y su codicia”. La codicia de unos pocos y el egoísmo de muchos es lo que causa la crisis. Los autores proponen el decrecimiento en el consumo de recursos para crecer en naturaleza, en vida, y en unas relaciones humanas basadas en la igualdad y la justicia.
“Necesitamos vivir simplemente para que otros puedan simplemente vivir” Mahatma Gandhi
Viajar, es una manera de curar todo eso, de recuperar la unidad con el universo, porque es imposible andar por el mundo y que no nazca en nosotros la imperiosa necesidad de protegerlo, de sentirnos parte de él. Además el viaje es “una escuela fabulosa para la pérdida del miedo, y la xenofobia y el racismo, al igual de pensamientos negativos, están fundamentados en el miedo”. Viajar y ser ecologista van en consonancia. Viajar y ser racista van en disonancia.
El viaje muestra la esencia de la vida, saber adaptarse a los cambios, la metamorfosis vital.
La lectura de este libro nos permite extraer tres consejos para viajeros:
Primer consejo: Viajar desde el punto de vista del observador que no quiere enjuiciar, porque no hay una sola manera de ver las cosas, una sola manera de interpretar la realidad. No existe una verdad absoluta, porque no existe una sola manera de entender el mundo. Ser observador y no juzgar otras culturas bajo los patrones educacionales a los que nos ha sometido la nuestra. Debemos de tener en cuenta que las personas somos tan diferentes como diferentes han sido los modos de educación. Reconocer eso, es el primer paso para abrirse a nuevas perspectivas en las que se abandone el absurdo papel del que se cree que todo se rige bajo el propio punto de vista, y se adopta un papel mucho más emocionante: ser observador de los demás, respetando las costumbres que no entendemos, y emulando los hábitos que nos gustan.
Segundo consejo: Fomentar el instinto viajero, es decir, incentivar una mayor receptividad a descubrir la
belleza en su forma más simple, la sencillez de las cosas mágicas que permanece esperando a ser descubierta. Debemos estar abiertos a cualquier cosa, por insignificante que parezca, ya que nos puede resultar sorprendente. Esto se puede aplicar tanto a los viajes como al día a día.
Tercer consejo: Perder el miedo, pues es incompatible con la felicidad. Es el sentimiento más atroz que
existe, es paralizante y desconfiado, y siempre encontraremos excusas para justificar su presencia. Sobretodo, el miedo a lo desconocido. “Es tan absurdo como no querer abrir la puerta por temor a saber qué hay detrás”. Una vez la puerta abierta y el miedo apartado, todo es más sencillo. Nos despedimos de las ataduras y decidimos vivir la vida. Seguirá existiendo en el viaje, pero ya no se parará delante de nosotros, porque cuanto más viajemos, más comprenderemos que “el desencuentro entre razas y religiones, entre norte y sur, entre arriba y abajo, se fundamenta en el miedo a lo diferente, a lo que no es igual a nosotros”. El día que uno decide perder el temor a lo desconocido, se abre una nueva brecha por la que asoma un futuro mejor. Viajar es andar libremente por el mundo con la confianza de que en el rincón más recóndito de este diverso planeta siempre habrá alguien, sea del color que sea, dispuesto a tendernos una mano.
El viaje es la mejor manera de hacer una oda a la vida, persiguiendo nuestros sueños.
“Yaoboleki”, buen camino
“Una vuelta a un mundo en crisis” no se basa tan solo en la crisis económica, a pesar de que en él se afirma que “con el actual sistema económico a nivel mundial, el planeta tiene los días contados”.
Pese a esto, los autores enfatizan más en una crisis social reflexionando sobre temas tan profundos como: el etnocentrismo, el racismo, la xenofobia, el impacto socio-cultural del viajero, la desvinculación actual con el planeta, la huella ecológica que nuestra sociedad deja o el respeto a los animales. Dichas negligencias siempre tienen un “denominador común: la insensatez humana, así como su ignorancia y su codicia”. La codicia de unos pocos y el egoísmo de muchos es lo que causa la crisis. Los autores proponen el decrecimiento en el consumo de recursos para crecer en naturaleza, en vida, y en unas relaciones humanas basadas en la igualdad y la justicia.
“Necesitamos vivir simplemente para que otros puedan simplemente vivir” Mahatma Gandhi
Viajar, es una manera de curar todo eso, de recuperar la unidad con el universo, porque es imposible andar por el mundo y que no nazca en nosotros la imperiosa necesidad de protegerlo, de sentirnos parte de él. Además el viaje es “una escuela fabulosa para la pérdida del miedo, y la xenofobia y el racismo, al igual de pensamientos negativos, están fundamentados en el miedo”. Viajar y ser ecologista van en consonancia. Viajar y ser racista van en disonancia.
El viaje muestra la esencia de la vida, saber adaptarse a los cambios, la metamorfosis vital.
La lectura de este libro nos permite extraer tres consejos para viajeros:
Primer consejo: Viajar desde el punto de vista del observador que no quiere enjuiciar, porque no hay una sola manera de ver las cosas, una sola manera de interpretar la realidad. No existe una verdad absoluta, porque no existe una sola manera de entender el mundo. Ser observador y no juzgar otras culturas bajo los patrones educacionales a los que nos ha sometido la nuestra. Debemos de tener en cuenta que las personas somos tan diferentes como diferentes han sido los modos de educación. Reconocer eso, es el primer paso para abrirse a nuevas perspectivas en las que se abandone el absurdo papel del que se cree que todo se rige bajo el propio punto de vista, y se adopta un papel mucho más emocionante: ser observador de los demás, respetando las costumbres que no entendemos, y emulando los hábitos que nos gustan.
Segundo consejo: Fomentar el instinto viajero, es decir, incentivar una mayor receptividad a descubrir la
belleza en su forma más simple, la sencillez de las cosas mágicas que permanece esperando a ser descubierta. Debemos estar abiertos a cualquier cosa, por insignificante que parezca, ya que nos puede resultar sorprendente. Esto se puede aplicar tanto a los viajes como al día a día.
Tercer consejo: Perder el miedo, pues es incompatible con la felicidad. Es el sentimiento más atroz que
existe, es paralizante y desconfiado, y siempre encontraremos excusas para justificar su presencia. Sobretodo, el miedo a lo desconocido. “Es tan absurdo como no querer abrir la puerta por temor a saber qué hay detrás”. Una vez la puerta abierta y el miedo apartado, todo es más sencillo. Nos despedimos de las ataduras y decidimos vivir la vida. Seguirá existiendo en el viaje, pero ya no se parará delante de nosotros, porque cuanto más viajemos, más comprenderemos que “el desencuentro entre razas y religiones, entre norte y sur, entre arriba y abajo, se fundamenta en el miedo a lo diferente, a lo que no es igual a nosotros”. El día que uno decide perder el temor a lo desconocido, se abre una nueva brecha por la que asoma un futuro mejor. Viajar es andar libremente por el mundo con la confianza de que en el rincón más recóndito de este diverso planeta siempre habrá alguien, sea del color que sea, dispuesto a tendernos una mano.
El viaje es la mejor manera de hacer una oda a la vida, persiguiendo nuestros sueños.
“Yaoboleki”, buen camino