Viajar es muy difícil: Manual de ruta para lectores periféricos
Nuria Amat
Anaya & Mario Muchnik. Madrid, 1995.
“Las ciudades están hechas de personas. Las ciudades literarias están hechas de escritores”
Praga, 1883. Los amantes de la literatura no podrán evitar relacionar esta ciudad europea con el nacimiento de uno de sus máximos exponentes en lo que se refiere al arte de la escritura, Franz Kafka. El lugar que le vio crecer, que se impregnó de su personalidad y que nos permitió apreciar la belleza de este destino desde una perspectiva diferente.
Y como ella, son muchas las ciudades, desde la Alejandría de Kavafis hasta la Trieste de James Joyce, pasando por la Lisboa de Fernando Pessoa o el Tánger de la pareja Bowles, que mantienen relaciones de reciprocidad con sus más importantes representantes en el mundo de las letras.
La obra de Nuria Amat podría definirse como un ensayo sobre literatura, cuyo objetivo es promover el viaje literario del propio lector. De este modo, la escritora catalana deja patente en este libro la dificultad de viajar en los tiempos que corren, en contraposición a lo que la denominada clase turística concibe erróneamente como tal.
Nuria Amat
Anaya & Mario Muchnik. Madrid, 1995.
“Las ciudades están hechas de personas. Las ciudades literarias están hechas de escritores”
Praga, 1883. Los amantes de la literatura no podrán evitar relacionar esta ciudad europea con el nacimiento de uno de sus máximos exponentes en lo que se refiere al arte de la escritura, Franz Kafka. El lugar que le vio crecer, que se impregnó de su personalidad y que nos permitió apreciar la belleza de este destino desde una perspectiva diferente.
Y como ella, son muchas las ciudades, desde la Alejandría de Kavafis hasta la Trieste de James Joyce, pasando por la Lisboa de Fernando Pessoa o el Tánger de la pareja Bowles, que mantienen relaciones de reciprocidad con sus más importantes representantes en el mundo de las letras.
La obra de Nuria Amat podría definirse como un ensayo sobre literatura, cuyo objetivo es promover el viaje literario del propio lector. De este modo, la escritora catalana deja patente en este libro la dificultad de viajar en los tiempos que corren, en contraposición a lo que la denominada clase turística concibe erróneamente como tal.
El lector se encuentra ante una continua evocación tanto a escritores como a ciudades, que permiten conformar un amplio mapa literario. Sin embargo, en ocasiones abusa de este recurso y termina saturando al que lee dichas líneas ante tal cúmulo de nombres de literatos y lugares.
Pese a ello, “Viajar es muy difícil”, obra enmarcada en los años noventa, se configura como la perfecta guía para el viajero que encuentra en los libros una forma de ocultarse para, desde allí, viajar rumbo a lugares inhóspitos.
Queda patente, a lo largo de toda la obra, la búsqueda de aquellas ciudades literarias que sirvieron de inspiración para muchos escritores. Su autora remarca continuamente la necesidad por encontrar aquello que no aparece en las guías de viajes, ese matiz que hace que cierto lugar sea especial. De tal forma, destaca la importancia de no dejarse llevar por lo “típico” e ir más allá en busca de lo extraño, lo peculiar, lo externo, lo diferente. Se trata de dejar de lado lo que una guía nos puede describir y descubrir lo que hay detrás de cada ciudad, más allá de los límites geográficos.
Amat indaga en la configuración de un viajero atípico que no se deja embaucar por lo meramente turístico, y así lo demuestra en muchos fragmentos de su obra: “consiste en viajar de veras, desplazarse continuamente y con todo el cuerpo de uno a otro lado del espacio elegido, a riesgo de perder la vida”.
De tal forma, podemos darnos cuenta de las muchas concepciones que tiene una ciudad, pudiendo configurarse como una hibridación de corrientes políticas, costumbres, maneras de pensar, formas de vida, matices religiosos… A partir de todo esto, deducimos que lo que hace diferente y única a una ciudad del resto son todos aquellos símbolos que construyen las personas que la habitan y descubren. Consiste en hacerla nuestra, propia, y tratar de interiorizarla.
¿Qué es lo que realmente “merece la pena” cuando nos desplazamos a un destino concreto? Las ciudades literarias están compuestas por elementos como puede ser tranvías o simplemente los adoquines de una calle empedrada que, aunque a primera vista no sean lo más reseñable de un lugar determinado, son los que configuran la esencia de cada estancia.
Si algo nos demuestra Amat es que antes, durante y después de emprender un viaje, es de vital importancia conocer, leer, empaparse, indagar en lo que ya se ha dicho o escrito sobre cierto lugar, saber ante qué nos estamos enfrentando…
Otra de las enseñanzas que obtenemos de la lectura de esta obra es la necesidad de compartir la palabra. Según la autora es necesario tener a mano un amigo de confianza con el que se comunique la intimidad de la escritura. Y ya no solo con una única persona, sino con todos los lectores que necesitan de la palabra para conocer y saber qué pasa a su alrededor. Una muestra de ello es el caso de Sarajevo: la escritora catalana destaca la necesidad, casi obligación, de que los habitantes supervivientes se informen a través del periódico de lo que está ocurriendo, anteponiendo esto, incluso, al consumo de alimentos básicos como el pan o la leche.
Asimismo, es importante darse cuenta de que el periodista de viajes tiene que saber indagar y descubrir en diferentes espacios que no tienen por qué ser países o ciudades exactas. Un ejemplo muy esclarecedor que da Amat es “la casa de atrás” de Anna Frank, a la que califica de una especie de Sarajevo en miniatura, y a la cual concibe como destino literario. Se trata de buscar diferentes puntos de vista desde los cuales dar a conocer un determinado lugar, intentar mostrar diferentes perspectivas, configurar rutas que tengan en común una temática de interés y, en definitiva, renovarse y reinventarse. Quién sabe, quizá si Kafka levantase la cabeza no vería con los mismos ojos la Praga que le vio crecer y que tanto le inspiro.
“Cada viaje de Kafka era una huida hacia adentro. Kafka huía hacia el olvido”.
Pese a ello, “Viajar es muy difícil”, obra enmarcada en los años noventa, se configura como la perfecta guía para el viajero que encuentra en los libros una forma de ocultarse para, desde allí, viajar rumbo a lugares inhóspitos.
Queda patente, a lo largo de toda la obra, la búsqueda de aquellas ciudades literarias que sirvieron de inspiración para muchos escritores. Su autora remarca continuamente la necesidad por encontrar aquello que no aparece en las guías de viajes, ese matiz que hace que cierto lugar sea especial. De tal forma, destaca la importancia de no dejarse llevar por lo “típico” e ir más allá en busca de lo extraño, lo peculiar, lo externo, lo diferente. Se trata de dejar de lado lo que una guía nos puede describir y descubrir lo que hay detrás de cada ciudad, más allá de los límites geográficos.
Amat indaga en la configuración de un viajero atípico que no se deja embaucar por lo meramente turístico, y así lo demuestra en muchos fragmentos de su obra: “consiste en viajar de veras, desplazarse continuamente y con todo el cuerpo de uno a otro lado del espacio elegido, a riesgo de perder la vida”.
De tal forma, podemos darnos cuenta de las muchas concepciones que tiene una ciudad, pudiendo configurarse como una hibridación de corrientes políticas, costumbres, maneras de pensar, formas de vida, matices religiosos… A partir de todo esto, deducimos que lo que hace diferente y única a una ciudad del resto son todos aquellos símbolos que construyen las personas que la habitan y descubren. Consiste en hacerla nuestra, propia, y tratar de interiorizarla.
¿Qué es lo que realmente “merece la pena” cuando nos desplazamos a un destino concreto? Las ciudades literarias están compuestas por elementos como puede ser tranvías o simplemente los adoquines de una calle empedrada que, aunque a primera vista no sean lo más reseñable de un lugar determinado, son los que configuran la esencia de cada estancia.
Si algo nos demuestra Amat es que antes, durante y después de emprender un viaje, es de vital importancia conocer, leer, empaparse, indagar en lo que ya se ha dicho o escrito sobre cierto lugar, saber ante qué nos estamos enfrentando…
Otra de las enseñanzas que obtenemos de la lectura de esta obra es la necesidad de compartir la palabra. Según la autora es necesario tener a mano un amigo de confianza con el que se comunique la intimidad de la escritura. Y ya no solo con una única persona, sino con todos los lectores que necesitan de la palabra para conocer y saber qué pasa a su alrededor. Una muestra de ello es el caso de Sarajevo: la escritora catalana destaca la necesidad, casi obligación, de que los habitantes supervivientes se informen a través del periódico de lo que está ocurriendo, anteponiendo esto, incluso, al consumo de alimentos básicos como el pan o la leche.
Asimismo, es importante darse cuenta de que el periodista de viajes tiene que saber indagar y descubrir en diferentes espacios que no tienen por qué ser países o ciudades exactas. Un ejemplo muy esclarecedor que da Amat es “la casa de atrás” de Anna Frank, a la que califica de una especie de Sarajevo en miniatura, y a la cual concibe como destino literario. Se trata de buscar diferentes puntos de vista desde los cuales dar a conocer un determinado lugar, intentar mostrar diferentes perspectivas, configurar rutas que tengan en común una temática de interés y, en definitiva, renovarse y reinventarse. Quién sabe, quizá si Kafka levantase la cabeza no vería con los mismos ojos la Praga que le vio crecer y que tanto le inspiro.
“Cada viaje de Kafka era una huida hacia adentro. Kafka huía hacia el olvido”.