Año tras año, durante el último fin de semana de abril, el pueblo andaluz de Cúllar se viste de fiesta. Moros y cristianos se toman las callejuelas con coloridos desfiles y celebraciones que duran cinco días y en donde las sonrisas y la música nunca se detienen.
Suenan a lo lejos los tambores moros, acompañados de las orquestas que marcan el paso cadencioso del desfile. Ya antes, los cristianos hacían lo suyo y eran ovacionados por las colmadas callecitas de Cúllar mientras que desde los balcones la muchedumbre lanzaba pétalos de rosa.
Pero ahora son los moros, quienes con sus fastuosos y coloridos trajes avanzan balanceándose tranquilamente de izquierda a derecha. Hasta que entran en la pequeña plaza del pueblo, un espacio rodeado de casas de no más de tres pisos y en donde se alza la iglesia. La gente aplaude a rabiar mientras por los alto parlantes se escucha la presentación de las escuadras. Es la fiesta de Moros y Cristianos, una celebración especial, excepcional y cautivante.
Suenan a lo lejos los tambores moros, acompañados de las orquestas que marcan el paso cadencioso del desfile. Ya antes, los cristianos hacían lo suyo y eran ovacionados por las colmadas callecitas de Cúllar mientras que desde los balcones la muchedumbre lanzaba pétalos de rosa.
Pero ahora son los moros, quienes con sus fastuosos y coloridos trajes avanzan balanceándose tranquilamente de izquierda a derecha. Hasta que entran en la pequeña plaza del pueblo, un espacio rodeado de casas de no más de tres pisos y en donde se alza la iglesia. La gente aplaude a rabiar mientras por los alto parlantes se escucha la presentación de las escuadras. Es la fiesta de Moros y Cristianos, una celebración especial, excepcional y cautivante.
El pueblo de Cúllar se ubica a aproximadamente una hora y media de Granada. Sus casas, la mayoría blancas, se divisan desde los lejos ya que se emplazan en una colina que da forma al lugar. Ahí habitan cerca de 4.500 personas, sin embargo durante las fiestas son más de diez mil las que llegan a vivir la celebración. Las fiestas de Moros y Cristianos se realizan en honor a la Virgen de la Cabeza. Esta celebración tiene su origen a finales del siglo XVII, sin embargo se interrumpieron aproximadamente en 1930, para volver a realizarse en 1982. El año 2008 la junta de Andalucía declara esta tradición como Fiestas de interés turístico. Comienzan las celebraciones Aunque la mayoría de los visitantes que vienen a deleitarse con las celebraciones llegan al pueblo el día viernes del último fin de semana de abril, todo parte el jueves. Para las fiestas se instalan dos casetas, una de la Comparsa Cristiana y otra de la Mora. La cristiana abre sus puertas el jueves con un pequeño convite y verbena. Esto marca el punto de partida de todo. Pero es el viernes cuando realmente el lugar se tiñe de un colorido alegre y festivo. Cada comparsa presenta a sus nuevos reyes quienes tras un pequeño desfile son recibidos por los monarcas salientes. Luego de la coronación y del pregón inaugural, la música comienza a sonar en las casetas de los moros y cristianos. La música está a cargo de diversas bandas que hacen sonar los éxitos bailables y no paran hasta el amanecer. Para quienes les gusta beber alcohol, los precios son bastantes accesibles ya que se puede encontrar los cubatas por tan solo tres euros, lo que hace que sea bastante fácil emborracharse. Lo increíble, es ver como todo el pueblo forma parte de las verbenas, niños, jóvenes, adultos y abuelos comparten hasta que el cuerpo aguante. |
Un sábado especial
Durante la tarde, las distintas escuadras que son pequeños grupos normalmente de vecinos, amigos o familiares, se preparan para el gran desfile. Cada escuadra se viste con atuendos iguales para distinguirse durante el recorrido. Entre los moros, destacan los rostros especialmente pintados con colores muy variados y ojos retocados con rimel. Abundan los colores amarillos y negros y sobre todo las joyas, como tiaras de oro o vistosas pulseras. Obviamente van acompañados de sables, escopetas y arcos de flecha.
Las mujeres también son parte de todo pero las escuadras se dividen por género y ellas desfilan con trajes coloridos y vistosos. También se adornan con plumas en algunos casos y en la pintura de sus rostros abunda el plateado y dorado.
El desfile del sábado dura cerca de tres horas y una vez más concluye en la plaza principal. En ese momento, no entra ni un alfiler en el lugar de tanta gente que se congrega. Las escuadras son presentadas una a una y ovacionadas por la multitud. Como todos los días, luego de esto, comienza nuevamente el baile.
Durante la tarde, las distintas escuadras que son pequeños grupos normalmente de vecinos, amigos o familiares, se preparan para el gran desfile. Cada escuadra se viste con atuendos iguales para distinguirse durante el recorrido. Entre los moros, destacan los rostros especialmente pintados con colores muy variados y ojos retocados con rimel. Abundan los colores amarillos y negros y sobre todo las joyas, como tiaras de oro o vistosas pulseras. Obviamente van acompañados de sables, escopetas y arcos de flecha.
Las mujeres también son parte de todo pero las escuadras se dividen por género y ellas desfilan con trajes coloridos y vistosos. También se adornan con plumas en algunos casos y en la pintura de sus rostros abunda el plateado y dorado.
El desfile del sábado dura cerca de tres horas y una vez más concluye en la plaza principal. En ese momento, no entra ni un alfiler en el lugar de tanta gente que se congrega. Las escuadras son presentadas una a una y ovacionadas por la multitud. Como todos los días, luego de esto, comienza nuevamente el baile.
El “pasacalles”
Cuando ya ha salido el sol dominical, la música aún continúa y la gente sigue gozando. Pero es el momento para iniciar lo que se llama el “pasacalles”. Las orquestas se desplazan con sus bombos y la multitud borracha los sigue a través de las estrechas calles de Cúllar hasta llegar al punto más alto del pueblo.
Pero nunca es tiempo para acostarse en las fiestas de Moros y Cristianos. Cuando termina el “pasacalle”, llega la hora de alimentar el cuerpo, por lo que los moros se encargan de cocinar el arroz para todos los asistentes a la plaza. Todo sea para recuperar fuerzas para el nuevo desfile que se lleva a cabo en la tarde.
Ya por la noche del domingo llega la última fiesta, que se realiza aunque haya un diluvio. La gente eso sí ya se ve más agotada y con menos energía que los días anteriores, pero aún así mantienen las ganas de bailar las canciones hasta el final. Finalmente todo termina el lunes conocido como el día de la resaca, lo visitantes comienzan a retirarse pero seguramente pensando en la que se vendrá el próximo año.
Cuando ya ha salido el sol dominical, la música aún continúa y la gente sigue gozando. Pero es el momento para iniciar lo que se llama el “pasacalles”. Las orquestas se desplazan con sus bombos y la multitud borracha los sigue a través de las estrechas calles de Cúllar hasta llegar al punto más alto del pueblo.
Pero nunca es tiempo para acostarse en las fiestas de Moros y Cristianos. Cuando termina el “pasacalle”, llega la hora de alimentar el cuerpo, por lo que los moros se encargan de cocinar el arroz para todos los asistentes a la plaza. Todo sea para recuperar fuerzas para el nuevo desfile que se lleva a cabo en la tarde.
Ya por la noche del domingo llega la última fiesta, que se realiza aunque haya un diluvio. La gente eso sí ya se ve más agotada y con menos energía que los días anteriores, pero aún así mantienen las ganas de bailar las canciones hasta el final. Finalmente todo termina el lunes conocido como el día de la resaca, lo visitantes comienzan a retirarse pero seguramente pensando en la que se vendrá el próximo año.