Las buenas charlas del barrio se disfrutan más si se acompañan de tradicionales bodegas que inmortalizan épocas, como aquella del acostumbrado vermout antes de almorzar. Recuerdo muy bien que servía como excusa para saludar a los amigos mientras degustábamos las agridulces notas entre hierbas y especias del singular licor y hasta podías dejarte consentir por un aperitivo.
La ocasión era sin igual porque Villa de Gracia permitía encontrar entres las callejuelas, locales y pequeñas bodegas que guardaban en su interior, ese singular aroma a vino mezclado con madera que presumían suntuosamente vistosas barricas.