Las buenas charlas del barrio se disfrutan más si se acompañan de tradicionales bodegas que inmortalizan épocas, como aquella del acostumbrado vermout antes de almorzar. Recuerdo muy bien que servía como excusa para saludar a los amigos mientras degustábamos las agridulces notas entre hierbas y especias del singular licor y hasta podías dejarte consentir por un aperitivo.
La ocasión era sin igual porque Villa de Gracia permitía encontrar entres las callejuelas, locales y pequeñas bodegas que guardaban en su interior, ese singular aroma a vino mezclado con madera que presumían suntuosamente vistosas barricas.
Bogeda Quimet
Afortunadamente, hoy día se conservan aún algunas clásicas bodegas que se resisten al paso del tiempo, como el Bar Bodega Quimet. Un ejemplo ideal de pequeño local que permite disfrutar y conocer ese habitual ambiente de barrio sin igual. Al ingresar sentirás ese trato familiar y amable, como si te conociesen de años y donde las tertulias prosperan a la usanza ancestral, ya que solo tendrás de lado el periódico local y una buena conversación de extraños esperando por conocerte.
Este lugar es tan casero que incluye dentro de su menú aperitivos típicos de bodega: anchoas, boquerón, banderillas, embutidos, ostras y hasta patas de pulpo. Todo es preparado al momento y hasta sus propios propietarios se interesan por saber si estaban del agrado del cliente. ¡Eso sí que es atención de primera mano! La venta de vino en botas para llevarlo a casa y el servicio de cervezas artesanales a través de un tirador, hacen del Bar Bodega Quimet un clásico de Gracia, un clásico de la cultura catalana.
Afortunadamente, hoy día se conservan aún algunas clásicas bodegas que se resisten al paso del tiempo, como el Bar Bodega Quimet. Un ejemplo ideal de pequeño local que permite disfrutar y conocer ese habitual ambiente de barrio sin igual. Al ingresar sentirás ese trato familiar y amable, como si te conociesen de años y donde las tertulias prosperan a la usanza ancestral, ya que solo tendrás de lado el periódico local y una buena conversación de extraños esperando por conocerte.
Este lugar es tan casero que incluye dentro de su menú aperitivos típicos de bodega: anchoas, boquerón, banderillas, embutidos, ostras y hasta patas de pulpo. Todo es preparado al momento y hasta sus propios propietarios se interesan por saber si estaban del agrado del cliente. ¡Eso sí que es atención de primera mano! La venta de vino en botas para llevarlo a casa y el servicio de cervezas artesanales a través de un tirador, hacen del Bar Bodega Quimet un clásico de Gracia, un clásico de la cultura catalana.
Bar Cánigo
“¿Quedamos en el bar de la esquina?” Así empieza todo encuentro que se aprecie entre amigos. ¡Ay, la de vinitos que nos hemos tomado Monserrat y yo en Cánigo! Sirviendo unas croquetas de infarto desde 1922, aún recuerdo cuando era pequeña y mi abuelo me invitaba a tomar alguna bebida fría en las soleadas mañanas de verano. Muy recomendable para tomar el vermout y degustar sus recetas de toda la vida.
“¿Quedamos en el bar de la esquina?” Así empieza todo encuentro que se aprecie entre amigos. ¡Ay, la de vinitos que nos hemos tomado Monserrat y yo en Cánigo! Sirviendo unas croquetas de infarto desde 1922, aún recuerdo cuando era pequeña y mi abuelo me invitaba a tomar alguna bebida fría en las soleadas mañanas de verano. Muy recomendable para tomar el vermout y degustar sus recetas de toda la vida.
Bar Resolis
Recuerdo en mis años de juventud este bar como el punto de encuentro de La Barraqueta, un ateneo independentista muy famoso entre la comunidad gitana del barrio. Cuando paseo por la Plaça del Raspall veo que todavía lo sigue siendo. ¡Y no me extraña!, porque se come estupendamente todo tipo de platos de productos catalanes a precios muy asequibles para todos, o sea, muy baratito.
Además, es un bar con mucha historia. Aquí vimos crecer la rumba catalana, y recuerdo coincidir alguna vez con El Pescaílla y el Gato Pérez. ¡Qué bien lo pasábamos con unas cervezas y una guitarra! Como curiosidad y para que veáis cómo cambian las cosas, este bar fue sede durante la dictadura española de la Falange y Fuerza Nueva. Nada que ver con lo que ahora representa.
El Roble
Uno de los clásicos que me han visto crecer es el bar Roure , así lo conozco yo. Tiene como unos 122 años de vida, ¡imaginad! Allí me encontraba con mis amigas los jueves porque ese día en el menú sirven una paella riquísima, o cualquier día para comer el variado, porque mi amigo Toni, ¡Ay, mi Toni…!, el guardián de la barra, sabe nuestros gustos. Junto con él y los demás camareros, hacen del local un lugar muy entrañable y con un ambiente muy familiar. Entre charlas y cotilleos, descubrimos que el Goya que hay en la barra es de Josep Rossell, el director artístico de la película El Orfanato. Toni me confesó que Josep, cuando ganó el Goya, decidió que el mejor lugar donde dejar la estatuilla era aquí, en el bar al que va siempre y donde mejor le conocen. ¡Fíjate tú!.
Uno de los clásicos que me han visto crecer es el bar Roure , así lo conozco yo. Tiene como unos 122 años de vida, ¡imaginad! Allí me encontraba con mis amigas los jueves porque ese día en el menú sirven una paella riquísima, o cualquier día para comer el variado, porque mi amigo Toni, ¡Ay, mi Toni…!, el guardián de la barra, sabe nuestros gustos. Junto con él y los demás camareros, hacen del local un lugar muy entrañable y con un ambiente muy familiar. Entre charlas y cotilleos, descubrimos que el Goya que hay en la barra es de Josep Rossell, el director artístico de la película El Orfanato. Toni me confesó que Josep, cuando ganó el Goya, decidió que el mejor lugar donde dejar la estatuilla era aquí, en el bar al que va siempre y donde mejor le conocen. ¡Fíjate tú!.