Ruido hasta tarde por las noches, latas de cerveza, suciedad y orina en las calles, son algunos de los problemas que deben enfrentar día a día los vecinos de Ciutat Vella, Barcelona. Esto se origina en parte por la venta ilegal de cerveza a manos de los famosos "lateros", pero sobre todo por el incivismo de los turistas y de los mismos habitantes del sector.
Son cerca de las dos de la mañana y los bares de Ciutat Vella comienzan a cerrar sus puertas. Hordas de personas salen a las callejuelas y a las plazas buscando nuevos destinos para seguir la fiesta. Muchos emprenden rumbo a discotecas o locales nocturnos, pero la gran mayoría quiere continuar bebiendo y de ser posible a un bajo costo. Es en ese momento cuando entran en escena los famosos lateros, se pasean entre la muchedumbre entonando su clásico “beer, cerveza” y la gente, sedienta, paga un euro por la lata que consumen en el espacio público.
Son los vecinos quienes pagan las consecuencias de esto ya que por las noches tienen que soportar los ruidos de la gente en las calles. Por el día, cuando salen temprano de sus casas, se encuentran con los vestigios de la juerga: latas de cervezas, basura y orina en las paredes y portales de sus propios edificios.
El problema del incivismo
Ciutat Vella es un sitio turístico por excelencia, parada obligada para los visitantes de Barcelona y también concentra la mayoría de las zonas de bares y clubes nocturnos. Un paraíso para los vendedores ilegales de cerveza, sobre todo en el verano cuando la gente está más tiempo en las calles.
Como un intento de frenar el problema, hace dos años la Asociación de Amigos de la Rambla, en conjunto con los vecinos y patrocinados por la marca de cerveza Damm, iniciaron una campaña publicitaria que alertaba las consecuencias de comprar latas ilegalmente. Por un lado se enfocaron en la insalubridad ya que los lateros esconden su producto en las cloacas, pero al mismo tiempo destacaron el daño que les provocan a los locales del sector, las molestias a los vecinos y la suciedad.
“Los lateros hacen que se alargue la fiesta en la calle más allá de lo normal. Sobre todo en la Ciutat Vella donde las calles son estrechas y por lo tanto si hay ruido molesta a los vecinos y más en verano que es cuando más se consumen latas”, asegura Xavi Masip, gerente de la Asociación de Amigos de la Rambla.
Son los vecinos quienes pagan las consecuencias de esto ya que por las noches tienen que soportar los ruidos de la gente en las calles. Por el día, cuando salen temprano de sus casas, se encuentran con los vestigios de la juerga: latas de cervezas, basura y orina en las paredes y portales de sus propios edificios.
El problema del incivismo
Ciutat Vella es un sitio turístico por excelencia, parada obligada para los visitantes de Barcelona y también concentra la mayoría de las zonas de bares y clubes nocturnos. Un paraíso para los vendedores ilegales de cerveza, sobre todo en el verano cuando la gente está más tiempo en las calles.
Como un intento de frenar el problema, hace dos años la Asociación de Amigos de la Rambla, en conjunto con los vecinos y patrocinados por la marca de cerveza Damm, iniciaron una campaña publicitaria que alertaba las consecuencias de comprar latas ilegalmente. Por un lado se enfocaron en la insalubridad ya que los lateros esconden su producto en las cloacas, pero al mismo tiempo destacaron el daño que les provocan a los locales del sector, las molestias a los vecinos y la suciedad.
“Los lateros hacen que se alargue la fiesta en la calle más allá de lo normal. Sobre todo en la Ciutat Vella donde las calles son estrechas y por lo tanto si hay ruido molesta a los vecinos y más en verano que es cuando más se consumen latas”, asegura Xavi Masip, gerente de la Asociación de Amigos de la Rambla.
Para Xavi la culpa no es de los lateros, ni tampoco del turismo. Según él, esto es un problema de incivismo y de la falta de conciencia de las personas que no se percatan del daño que provocan al comprar latas de cerveza en la vía pública. “Si no hubiera turismo también habría lateros en las zonas de bares. Están vinculados a estas zonas, no a las zonas turísticas. Yo creo que el principal problema es el incivismo y la falta de información real”, dice.
Los vecinos escapan
Marc Barrés tiene 48 años y hace quince que vive en Ciutat Vella. Dice ya estar acostumbrado a los problemas que conlleva la venta ilegal de latas por la noche y que escucha ruidos hasta por lo menos las cinco de la mañana. “Yo quitaría todos los lateros. Por un lado entiendo que comprar una cerveza a un euro no es lo mismo que pagar dos y medio o tres. Pero eso fomenta que haya gente a cualquier hora y también perjudica a los bares”, señala.
A raíz de esto es mucha la gente que ha optado por irse del barrio, sobre todo las familias ya que no quieren que sus hijos crezcan en ese lugar. “Familias en esta zona casi no hay. Por ejemplo un chica que vive en mí calle y que se ha quedado embarazada, antes de tenerlo ya se ha buscado otro piso”, dice Marc.
Del otro lado del cristal
Saleem es paquistaní, tiene 46 años y hace dos que vive en Barcelona. Tiene dos hijos y una esposa y comparte piso con otra familia de su país. Saleem es un latero, de día se pasea por las playas de la Barceloneta ofreciendo insistentemente la cerveza. De noche espera a que cierren los bares para recorrer el Gòtic y los sectores cercanos a la Rambla. Su jornada termina alrededor de las seis de la mañana.
“Yo no elegí ser latero, busqué trabajo durante meses, fui a bares, restaurantes y a todas partes. Nadie me dio trabajo, parece que por mí apariencia estoy obligado a ser latero. Pero lo odio, las personas no me ven, solo soy su vendedor de cerveza. Pero estoy obligado a hacerlo, mi familia necesita comer”, cuenta Saleem. Asegura que en un buen día puede ganar hasta 50 euros. Lo normal es que se vaya a casa con 20 o 30.
Él sabe los problemas que genera su actividad, entiende que la venta ilegal de cerveza fomenta que la gente se quede hasta tarde en las calles y que eso molesta a los vecinos. “Sé que esto es ilegal, sé que los bares no nos quieren y menos los habitantes de aquí, pero ¿qué más puedo hacer?” dice Saleem.
Por otro lado, son los mismos consumidores quienes también justifican la compra ilegal de cerveza. “El horario limitado de muchos de los clubes parece no saciar a los jóvenes que ven en los lateros una alternativa para seguir la fiesta. Además, el alto precio de las bebidas en el interior de los clubes hace que los lateros ganen más clientes”, dice Anna Romeo, quien compra habitualmente cerveza en las calles.
Según ella, el ayuntamiento de Barcelona no ha sabido encontrar la solución a este problema y tampoco ha establecido medidas que lo resuelvan. “Deberían alargar el horario de los clubes o habilitar espacios donde los jóvenes puedan acabar la noche sin causar molestias a los vecinos. La poca vinculación del ayuntamiento hace que la población no esté consciente de los contras de esta práctica”, asegura Anna y agrega que, según su opinión, ser latero es otra forma más de ganarse la vida. Sin embargo, para Xavi Masip la solución está en concienciar respecto del daño que se provoca a los vecinos y que tanto los turistas como los barceloneses entiendan las consecuencias de comprar cerveza a los lateros.
Los vecinos escapan
Marc Barrés tiene 48 años y hace quince que vive en Ciutat Vella. Dice ya estar acostumbrado a los problemas que conlleva la venta ilegal de latas por la noche y que escucha ruidos hasta por lo menos las cinco de la mañana. “Yo quitaría todos los lateros. Por un lado entiendo que comprar una cerveza a un euro no es lo mismo que pagar dos y medio o tres. Pero eso fomenta que haya gente a cualquier hora y también perjudica a los bares”, señala.
A raíz de esto es mucha la gente que ha optado por irse del barrio, sobre todo las familias ya que no quieren que sus hijos crezcan en ese lugar. “Familias en esta zona casi no hay. Por ejemplo un chica que vive en mí calle y que se ha quedado embarazada, antes de tenerlo ya se ha buscado otro piso”, dice Marc.
Del otro lado del cristal
Saleem es paquistaní, tiene 46 años y hace dos que vive en Barcelona. Tiene dos hijos y una esposa y comparte piso con otra familia de su país. Saleem es un latero, de día se pasea por las playas de la Barceloneta ofreciendo insistentemente la cerveza. De noche espera a que cierren los bares para recorrer el Gòtic y los sectores cercanos a la Rambla. Su jornada termina alrededor de las seis de la mañana.
“Yo no elegí ser latero, busqué trabajo durante meses, fui a bares, restaurantes y a todas partes. Nadie me dio trabajo, parece que por mí apariencia estoy obligado a ser latero. Pero lo odio, las personas no me ven, solo soy su vendedor de cerveza. Pero estoy obligado a hacerlo, mi familia necesita comer”, cuenta Saleem. Asegura que en un buen día puede ganar hasta 50 euros. Lo normal es que se vaya a casa con 20 o 30.
Él sabe los problemas que genera su actividad, entiende que la venta ilegal de cerveza fomenta que la gente se quede hasta tarde en las calles y que eso molesta a los vecinos. “Sé que esto es ilegal, sé que los bares no nos quieren y menos los habitantes de aquí, pero ¿qué más puedo hacer?” dice Saleem.
Por otro lado, son los mismos consumidores quienes también justifican la compra ilegal de cerveza. “El horario limitado de muchos de los clubes parece no saciar a los jóvenes que ven en los lateros una alternativa para seguir la fiesta. Además, el alto precio de las bebidas en el interior de los clubes hace que los lateros ganen más clientes”, dice Anna Romeo, quien compra habitualmente cerveza en las calles.
Según ella, el ayuntamiento de Barcelona no ha sabido encontrar la solución a este problema y tampoco ha establecido medidas que lo resuelvan. “Deberían alargar el horario de los clubes o habilitar espacios donde los jóvenes puedan acabar la noche sin causar molestias a los vecinos. La poca vinculación del ayuntamiento hace que la población no esté consciente de los contras de esta práctica”, asegura Anna y agrega que, según su opinión, ser latero es otra forma más de ganarse la vida. Sin embargo, para Xavi Masip la solución está en concienciar respecto del daño que se provoca a los vecinos y que tanto los turistas como los barceloneses entiendan las consecuencias de comprar cerveza a los lateros.